Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico Numerario del Ilmo. Sr. D. Pascual Jara Martínez realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Sr. Rector Magnífico de la Universidad de Granada
Excmos. e Ilmos. Sres. Académicos,
Queridos amigos y familiares del Profesor Jara Martínez,
Sras. y Sres.,
Quiero empezar esta breve intervención, que servirá de cierre del acto solemne de investidura del nuevo Académico numerario, nuestro compañero el Profesor Pascual Jara, con palabras de agradecimiento. Porque el agradecimiento es la base del reconocimiento de la generosidad, una de las virtudes más hermosas que adorna, o puede adornar, al ser humano. Y hay mucha generosidad en todos los que, como ustedes esta tarde, han decidido acompañarnos para, además de disfrutar oyendo una excelente lección –lección magistral sin duda-, también apoyarnos con su presencia en esta actividad que es de las que más sentido, por su importancia, tiene en la vida de nuestra Academia.
Muchas gracias, Rector, por tu presencia hoy. Entiendo que este gesto no podría ser sino el mejor de los apoyos a las tareas de una Institución como esta Academia, que funciona guiada por principios basados en la generosidad y el altruismo de sus miembros componentes, y que sólo pretende devolver a la sociedad el esfuerzo que ésta hace al respaldar lo público en su trabajo en pro de la promoción, el cultivo, el fomento y la difusión de las ciencias y sus aplicaciones.
Tu presencia entre nosotros, Rector, me ofrece también la ocasión para reiterarte nuestro ofrecimiento, derivado del mandato establecido en nuestra acta fundacional, de “atender a las consultas que las instituciones públicas o privadas le dirijan – nos dirijan- acerca de cualquier asunto de carácter científico y de su competencia”. La Universidad de Granada siempre podrá contar con nuestra Academia de Ciencias, para todo aquello en la que se la requiera.
Hace exactamente dos semanas, la Academia de Ciencias recibía a la Profesora Josefa Linares como nueva Académica de número por la Sección de Matemáticas. En el día de hoy, se enriquece con la incorporación de uno de los universitarios matemáticos de mayor prestigio de nuestra Universidad, el Profesor Pascual Jara. Es el tiempo de los matemáticos. Y como ha sucedido tantas otras veces en la historia de la humanidad, lo que el discurso de Pascual se ha encargado de ilustrar ya, dentro de un matemático hay también un filósofo, un pedagogo, un historiador, una persona comprometida, en suma. La personalidad de nuestro nuevo Académico numerario aúna todas y cada una de estas facetas.
No es mi cometido resaltar ahora sus valores personales y sus cualidades como científico y profesor comprometido con su trabajo y con sus alumnos. De ello se ha encargado, cumpliendo así con el mandato que recibió de nuestra Corporación, el Profesor José Luis Bueso, al que quiero agradecer vivamente su colaboración. Muchas gracias, José Luis, por estar siempre dispuesto a aportar tus conocimientos y tu experiencia en esta y en cuantas tareas se te ha requerido. Bertrand Russell tenía razón cuando aseveraba que la esencia de la inteligencia es saber hacer uso de la abstracción. El texto de Pascual Jara es, si se me permite la obviedad, un ejemplo de discurso inteligente. Lo más fácil habría sido apuntar que está muy trabajado, bien articulado y fundamentado, de lo que, por otra parte, no cabe la menor duda. Pero, hay algo más: Pascual tiene una especial habilidad para deslizar con fineza ideas, puntos de vista, aportaciones personales, en lo que en principio podría parecer un relato, un recorrido a lo largo del tiempo y de los personajes que acompañan, sobre la historia de esa parcela de la matemática que domina, y que va, como se afirma, de la aritmética elemental a la geometría no conmutativa, tema del que es una autoridad.
En efecto, Jara plantea desde el comienzo el papel de la matemática y de su actores, los matemáticos; y, por extensión, de la Ciencia, con mayúsculas, y de los científicos. Y destaca lo que él llama “la fuerza vital del proceso de creación científica”, la necesidad de conocer, la curiosidad, que lleva al científico a plantearse continuamente nuevos problemas y nuevas cuestiones. Y todo ello dirigido a “comprender el mundo” y, en cierto modo a “dirigir nuestras acciones en el propio provecho”. Sin pretender centrar su discurso en consideraciones éticas, aunque las plantea de soslayo, como en la cita atribuida a Thales de Mileto en la que afirma que “es muy fácil hacerse rico si realmente te dedicas a pensar en ello”, Jara concluye su recorrido con una afirmación final en la que muestra su verdadero talante: agradece a sus padres el esfuerzo que dedicaron para hacerle comprender que el trabajo es la única fuerza que mueve el mundo.
Junto a ésta, la cuestión de la libertad, consustancial al quehacer del científico, aparece repetidas veces en el discurso. La Matemática, dice Jara, queda libre de cualquier contexto, puede vagar a su antojo en el campo del conocimiento; no tiene ataduras para crear… Esa libertad, en palabras de Jara, se orienta a la búsqueda de “verdades” que deben ser universales, no sujetas a subjetividades y que, desde luego, “no entienden de mayorías”. La búsqueda de “verdades universales” frente a otras verdades, “particulares” que condicionan, o modulan el comportamiento de los individuos, o de grupos de ellos, es un aspecto apasionante del comportamiento humano, pero cuyo análisis es más propio del ámbito de la filosofía, muy bien descrito por cierto en las publicaciones recientes del filósofo español, José Antonio Marina.
Libertad si, pero -se afirma- asociada a la responsabilidad del científico, que es consciente de que “puede crear modelos para resolver situaciones y problemas dados, con la esperanza de que puedan ser útiles en el futuro”.
El discurso de Pascual Jara, en definitiva, incide en el debate tantas veces abierto y nunca bien resuelto del papel de la Ciencia y de la actividad de los científicos en el devenir de la humanidad. Decía el citado Russell, a este propósito, que el conocimiento científico y tecnológico se transforma en poder que puede alterar la vida, que puede transformar la naturaleza, destruirla o bien proyectarla con grandeza.
La generación de pensamiento cuyo propósito, consciente o inconsciente sea conferir poder a su posesor, la generación de Ciencia como poder manipulador era, en el tiempo que Russell lo denunció, algo que hasta podía comprenderse. En los tiempos en que vivimos, ésta es una situación que cobra actualidad, de la que debemos ser conscientes, cuando contemplamos cómo evoluciona nuestra sociedad, cómo se transforma, sometida a “verdades particulares” (también llamadas ideologías), que no siempre consideran al hombre como sujeto de atención preferente.
Sin duda, y déjenme que siga citando a Russell, la ciencia, por sí misma, no es suficiente para garantizar ningún progreso genuino, aunque suministre uno de los ingredientes que el progreso exige. El aumento del conocimiento ha de ir acompañado de aumento de sabiduría, entendiendo por tal una concepción justa de los fines de la vida, una contemplación equilibrada de la vida humana.
Pues bien, pasión científica, sentido humanista, compromiso, calificativos todos ellos que ennoblecen el quehacer de un ser humano, son atributos perfectamente aplicables, como he dicho al comienzo de mis palabras, a la personalidad del Profesor Jara, nuestro nuevo Académico. Por ello, no puedo por menos que felicitar a la Academia de Ciencias por lo acertado de su elección y confiar, atendiendo a lo expresado en su discurso, que Pascual Jara estará realmente “a la altura de las circunstancias”, que no son en estos momentos precisamente fáciles y para las que necesitamos personas de su talante humano y capacidad científica.
Enhorabuena, Pascual. Te deseo a ti y los tuyos salud y mucha felicidad.
Muchas gracias a todos ustedes por su asistencia a este acto.